Leah siempre supo que educaría a sus hijos en casa.

Siempre fue parte de su plan. Ella misma había sido educada en el hogar y recordaba lo bonito que era aprender con sus hermanos en casa. Recordaba la paciencia de sus padres, guiándolos en las lecciones de matemáticas mientras estudiaban de la mesa de la cocina y cómo aprendía ciencias de manera natural mientras caminaban en familia hacia el río que atravesaba su terreno.

En aquellos días despreocupados, Leah y sus hermanos disfrutaban pasear en bote, pescar, hacer caminatas y acampar. Su educación estaba llena de experiencias vivas que no solo les enseñaban lecciones valiosas de vida, sino que fortalecían sus lazos familiares.

Hoy en día, sus hermanos también educan en casa a sus propios hijos. Leah nunca tuvo dudas: ella haría lo mismo. Pero nunca se imaginó tener que educar a sus hijos sola.

Cuando su hijo mayor se preparaba para entrar al kínder, un acontecimiento no deseado irrumpió en su hogar: el divorcio. Nadie imagina que el «sí, acepto» en el altar un día pueda convertirse en un «ya no» y que alguien decida marcharse.

De repente, Leah se encontró inesperadamente sola, criando a un recién nacido, un niño de 3 años y un hijo de 5 años. Sabía que el camino no sería fácil, pero permanecía firme en su sueño de educar a sus hijos en casa. Y así, en ese primer día de kínder, madre e hijo iniciaron juntos su recorrido por la educación en el hogar.

Para sacar adelante a su familia, Leah emprendió un negocio en Amazon y también realiza entregas para Instacart y Uber Eats. «Algunos años, las cuentas simplemente se acumulan y hay más gastos que ingresos», comentó. «Pero Dios ha seguido proveyendo. Él ha sido fiel en cada paso del camino».

Para Leah y su familia, esa fidelidad y provisión también han sido visibles a través de la generosidad de los donantes que apoyan el programa de becas de HSLDA. En el momento adecuado, justo cuando las finanzas estaban más apretadas y Leah no podía pagar el currículo del siguiente año, supo a dónde acudir en busca de ayuda.

«No se trata solo de los materiales», nos dijo Leah. «Es ánimo. Es sentir que formo parte de una comunidad que se apoya mutuamente en este recorrido de educar en casa».

Leah y sus tres hijos, de 17, 15, y 12 años.  

Según Leah, la educación en el hogar ha mejorado desde que ella era niña. Al preguntarle cómo se compara la experiencia actual con la de los años 80 y 90, explicó que sus hijos han podido forjar relaciones significativas y duraderas gracias a las co-ops y grupos de tutorías.

En décadas anteriores, resultaba difícil para los estudiantes educados en casa acceder a deportes y actividades extracurriculares. Pero hoy, entre tantos equipos recreativos, escuelas privadas y co-ops de educación en casa, sus hijos han tenido la oportunidad de aprender todos los deportes que han deseado.

Más que nada, la educación en casa le ha permitido a Leah cultivar el corazón de sus hijos. «Atribuyo su carácter y su voluntad de servir a los demás a la educación en el hogar, donde buscar la voluntad de Dios para sus vidas siempre ha sido lo primero», dijo. «Esta perspectiva está moldeando sus intereses profesionales».

Su hijo mayor, de 17 años, está inscrito en un programa de matriculación doble en la universidad comunitaria local, preparándose para convertirse en terapeuta matrimonial y familiar. Su hijo de 15 años está siguiendo su sueño de convertirse en inversionista de bienes raíces con el propósito de proveer una vivienda asequible para madres solteras y sus hijos. Mientras tanto, su hijo de 12 años aspira a servir a su país como piloto naval.

Sin importar a dónde los lleve su recorrido de educación en casa, Leah confía en que su comunidad y HSLDA estarán a su lado. Y también tiene la certeza de que aún quedan muchos capítulos por escribir en su historia.  «Espero con ansias el día en que yo pueda dar la vuelta y retribuir a HSLDA para ayudar a otros como yo», dijo.