Marcela Orozco, y su esposo Faber Parra, vivían en Medellín, Colombia, con sus dos hijos: Ángel David (8) y Valentín (5). Faber trabajaba como ingeniero forestal y Marcela como ingeniera agrónoma. Además, tenían un restaurante familiar y Marcela lo administraba.
En 2020, Marcela presenció un asalto enfrente del restaurante y le informó a la policía. Nunca se imaginó que el robo había sido cometido por un miembro de uno de los grupos armados más peligrosos de Colombia.
Después de denunciar el robo a la policía, Marcela comenzó a recibir múltiples amenazas de muerte por parte de la pandilla, que obligaron a la familia a abandonar su pueblo natal y trasladarse a Guarne, otra ciudad de Colombia. Pero aquello no sirvió de nada: la pandilla los encontró y volvió a amenazarlos. Esto continuó incluso después de mudarse tres veces más dentro del país.
La situación llevó a la familia a huir a Georgia, en Estados Unidos, donde tenían parientes. Volaron al país americano con visa de turista y pensaron en quedarse por un par de semanas, pero tenían tanto miedo de volver que decidieron solicitar asilo.
«En medio de la angustia, decidimos quedarnos aquí», dijo Marcela.
La familia Parra lleva casi tres años en Estados Unidos y valoran profundamente la sensación de seguridad y libertad que han encontrado aquí. Siguen esperando una respuesta a su solicitud de asilo, pero su estatus como solicitantes de asilo les ha permitido abrir un negocio de paisajismo y otro de limpieza, que han sido de gran ayuda para cubrir las necesidades educativas de sus hijos.
Redefinición de la educación en casa
La familia Parra se unió a una iglesia en Buford, Georgia, y ahí aprendieron sobre la educación en casa, a través de la familia del pastor y de sus amigos.
Marcela pensaba que «no tenía paciencia» para educar en el hogar y que esta modalidad educativa afectaba las habilidades sociales de los niños; pero no tardó en cambiar de opinión.
Al poco tiempo, conoció a dos alumnas graduadas de la educación en casa, hijas de una amiga suya de la iglesia, Stephanie Smith. Marcela se sorprendió por lo auténticas, sociables, carismáticas y talentosas que eran. Ellas le mencionaron las ventajas de la educación en casa y Marcela se sintió cada vez más intrigada.
Al mismo tiempo, Ángel David y Valentín empezaron a mostrar actitudes poco comunes respecto a la escuela. Valentín gritaba y lloraba cada vez que Marcela lo llevaba a la guardería y Ángel David regresaba de la escuela apagado y triste.
«Había perdido su chispa», dijo Marcela.
Un día, Ángel David llegó a casa muy inquieto y ansioso. Le contó a Marcela que había visto a unos niños jugar videojuegos violentos y perturbadores en la escuela y que él también los había jugado.
Marcela no podía dejar de preocuparse por él.
Además, pensaba en las jornadas escolares, tan largas y agotadoras, y en lo agitada que se había vuelto la vida para su familia. «La vida tiene que ser más que esto», se decía a sí misma.
Todos estos factores influyeron en la decisión de la familia de empezar a educar en casa.
El descubrimiento de un don
Marcela y Faber llevan dos años educando a sus hijos. El primer año fue difícil: estaban muy ocupados con el trabajo y la enseñanza en casa y se sentían apresurados todo el tiempo.
Sin embargo, su segundo año fue más tranquilo. Marcela pudo contratar a una asistente para su negocio de limpieza y la familia ha disfrutado mucho más de la educación en casa.
«Estoy muy, muy contenta», dijo. «Nunca imaginé que amaríamos tanto la educación en casa».
Marcela y Faber disfrutan poder ver a Ángel David y Valentín aprender, crecer y comprender cómo amar a Dios. Y a los chicos también les encanta ser educados en el hogar.
«Es bonito, porque es recíproco», dijo Marcela.
La educación en casa ha sido especialmente provechosa para Ángel David, su hijo de 8 años, que ha desarrollado una pasión por tocar el piano. Tan pronto empezó a tocar en el verano de 2022, logró sacar canciones a oído. Unos meses más tarde, comenzó a recibir clases de piano en casa con un instructor privado.
«Su profesor dice que tiene un don; su nivel es superior al de otros niños que han tocado durante tres o cuatro años», dijo Marcela.
Pronto empezó a dar conciertos en iglesias y asilos de ancianos, e incluso tocó en la ceremonia de renovación de votos matrimoniales de sus padres. Su repertorio incluye piezas de todos los géneros, desde música clásica (su favorita) hasta Pink Floyd.
«Todo fue gracias a la educación en el hogar», dijo Marcela. «Él no habría tenido energía para practicar después de una larga jornada escolar, pero la educación en casa lo ha hecho posible».
VEA A ÁNGEL DAVID TOCAR EL PIANO:
Demasiado buena, demasiado valiosa
Marcela está especialmente agradecida con su grupo de apoyo de educación en casa y con su amiga Stephanie Smith, quien la ha apoyado a lo largo de su trayectoria como educadora en el hogar y quien le sugirió unirse a HSLDA.
«Me he sentido muy inspirada por ella», dijo Marcela.
A pesar de sentirse abrumada al principio por tener que educar en casa en inglés, Marcela ha aprendido que también puede utilizar recursos en español para educar a sus hijos. Y se ha dedicado a ayudar a otras madres hispanohablantes educadoras en el hogar de Buford a comprender esto.
«Me he sentido más motivada», dijo Marcela. «La educación en casa es demasiado buena, demasiado bonita. Debería multiplicarse».
Un nuevo comienzo
La familia Parra ahora está en proceso de abrir un restaurante nuevo en Buford. Marcela y Faber están agradecidos por la flexibilidad que les brinda la enseñanza en casa, porque les ha permitido afrontar los retos de trabajar mientras educan a sus hijos. También disfrutan enseñarles a sus hijos cosas sobre sus trabajos, en particular conocimientos del paisajismo y la administración de empresas.
«Les encanta aprender a través de nuestros proyectos empresariales», afirma Marcela.
Sin duda, la familia Parra se siente bendecida por haber conocido la educación en el hogar, a pesar de pagar el precio de dejar atrás a su país, familia y amigos.